viernes, 2 de noviembre de 2012

Burgos

Burgos, tierra castellana. Un viaje relámpago hemos hecho a esta pequeña ciudad castellana, situada al noreste de la Comunidad Autónoma de Castilla y León y norte de Madrid.

Tras hacer el correspondiente registro de entrada en el hotel, o usando un término más anglosajón el "Check in", la primera visita y por supuesto, obligada, ha sido a la majestuosa catedral de la cuidad. Desde la ventana a modo de balcón de nuestra habitación las columnatas de catedral ya nos lanzaban su irresistible llamada.

Tras cruzar el río Alrarzón por uno de sus puentes, lo primero que nos encontramos es el Arco de Santa María. Este arco es una de las doce puertas que daba acceso a la ciudad en la edad media y tras cruzarlo se abre ante nosotros la plaza del Rey San Fernando, donde se asienta la majestuosa catedral. Uno de los mayores monumentos del arte gótico español, ostenta el título de patrimonio de la Humanidad desde 1984. Su construcción se inició en 1.221 y prolongándose  hasta el siglo XVIII, y a lo largo de su historia no ha hecho más que  crecer en belleza y grandeza.

Con la audio guía en mano a la que dan derecho los 7 euros de la entrada, como cualquier extranjero más de los que visita nuestro país y sus bellezas y ansiosos por absorber todos los datos posibles sobre el monumento, recorremos cada una de sus capillas, altar mayor, coro, girola y, cómo no, la tumba del Cid, que por algo estamos en Burgos.  De entre las maravillas de la catedral  destacamos la de los Condestables del siglo XV, Santa Tecla del  siglo XVIII, las agujas de la fachada principal del siglo XV y el grandioso cimborrio del crucero del siglo XVI, el papamoscas y la escalera dorada que fue construida para salvar el desnivel existente entre la puerta de Coronería y la nave norte del transepto. Para cualquiera que visite esta ciudad sería un pecado el no introducirse bajo el techado de su edificio más emblemático y  darse una ducha de historia.

Con la entrada a la catedral nos entregaron una invitación para ver el museo del libro, que no quisimos perder la oportunidad de visitar. En él podemos ver la evolución de  la escritura desde la prehistoria hasta nuestros días, donde el papel convive abiertamente con la era de los libros electrónicos. Una buena oportunidad para descubrir cómo funcionaba la primera imprenta o ver facsímiles de grandes obras antiguas, como la carta de arras de Rodrigo Díaz de Vivar y doña Jimena o  el archi famoso "Codex Calixtinuxs".

 
Al pasear por las calles burgalesas,  llenas de vida a pesar de la tarde fría, la vista de las abarrotadas chocolaterías y las tan típcas castañeras nos hace llevarnos un grato recuerdo con el presagio de que volveremos a disfrutar de su ambiente acogedor.




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