Como ya hemos contado en otra de las entradas, en verano España se llena de fiesta, aprovechando la luz que nos da el sol y que es la máxima fuente de turismo de nuestro país.
A diferencia de las grandes o medianas ciudades, las fiestas de los pueblos pequeños tienen un encanto especial. Son fiestas en las que la mayoría de los lugareños, por no decir todos, se echan a la calle a vivir sus fiestas, a la par que los organizadores (ayuntamientos, peñas y demás) se vuelcan en las calles para que todos podamos disfrutar en mayor o menor medida.
Este año, como otros tantos, hemos disfrutado de las fiestas del pueblo. Sí, "del pueblo", así, sin nombre propio. Ese lugar, origen de nuestros ascestros, al que hemos ido desde niños sin valorar ni apreciar sus encantos y que ahora que ha puesto de moda un anuncio de bebida refrescante, con el eslogan "pueblos que adoptan urbanitas huérfanos".
Aunque la fiesta oficial del pueblo, La Lastra del Cano, es en octubre, hace 30 años nació en esta pequeña aldea la Peña Lastra del Cano, ideada por unos jóvenes entusiastas con ganas de dar a su pueblo unas fiestas que han llegado a ser conocidas en toda la comarca. Esta Peña a lo largo de todos estos años ha sido la encargada de dar, durante 3 días de agosto, un ambiente de amistad, fraternidad y musicalidad a este rincón de Ávila.
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