martes, 18 de septiembre de 2012

Las fiestas del pueblo

Como ya hemos contado en otra de las entradas, en verano España se llena de fiesta, aprovechando la luz que nos da el sol y que es la máxima fuente de turismo de nuestro país.








A diferencia de las grandes o medianas ciudades, las fiestas de los pueblos pequeños tienen un encanto especial. Son fiestas en las que la mayoría de los lugareños, por no decir todos, se echan a la calle a vivir sus fiestas, a la par que los organizadores (ayuntamientos, peñas y demás) se vuelcan en las calles para que todos podamos disfrutar en mayor o menor medida.

Este año, como otros tantos, hemos disfrutado de las fiestas del pueblo. Sí,  "del pueblo", así, sin nombre propio. Ese lugar, origen de nuestros ascestros, al que hemos ido desde niños sin valorar ni apreciar sus encantos y que ahora que ha puesto de moda un anuncio de bebida refrescante, con el eslogan "pueblos que adoptan urbanitas huérfanos".

Aunque la fiesta oficial del pueblo, La Lastra del Cano, es en octubre, hace 30 años nació en esta pequeña aldea la Peña Lastra del Cano, ideada por unos jóvenes entusiastas con ganas de dar a su pueblo unas fiestas que han llegado a ser conocidas en toda la comarca. Esta Peña a lo largo de todos estos años ha sido  la encargada de dar, durante 3 días de agosto, un ambiente de amistad, fraternidad y musicalidad a este rincón de Ávila.

Como juegos para niños no pueden faltar los concursos de disfraces, carreras de bicicletas, carreras de sacos, cuenta cuentos y la elección del rey y reina de las fiestas (cuya agraciada fue este año mi hija pequeña, me complace anunciar). Y para los mayores,  pasodobles, cinco y caballo (juego de cartas), cintas a caballo y un clásico, que hace tiempo no se realiza, concurso de camareros portando bandejas con vasos, cuyo recorrido es dar la vuelta al pilón de la plaza mayor. Estos son algunos de los entretenimientos que nos ofrecen durante el día, que junto con las orquestas musicales nocturnas, los bingos multitudinarios, en los que este año he asistido como secretario, y la ya  clásica  cena de la hermandad en la que la Peña invita a cenar a todo el pueblo, hacen que durante tres días de agosto esta pequeña aldea de montaña, casi desierta el resto de año, se llene de gentío, algarabía, música, risas y juegos y nos haga regocijarnos de tener un lugar al que llamar "mi pueblo".

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